viernes, 22 de octubre de 2010

1 Pedro 3... ¿Lo Conoces?

"Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos;
para que tambiénlos que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra
por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta
casta y respetuosa. Vuestro atavío no sea el externo
de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos,
sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu
afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios,
porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres
que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos."
(I Pedro 3:1-5)

¡Oh qué las mujeres de hoy fueran temerosas de Dios! Que nos doliera ver ese pecado dentro de nosotras y quisieramos ser purgadas de pecado y de ese deseo de vanidad y romanticismo que no es real. Que las mujeres de hoy que se llaman Cristianas qusieran ser diferentes; que con nuestra forma de hablar y vivir hablaramos más fuerte que con nuestras palabras.

Oh! si tan sólo las mujeres de hoy se preocuparan por mortificar el pecado y no alimentarlo, si cuidaramos nuestras familias como una mamá osa... ¡incluso de nosotras mismas!

El hombre es atacado a través de los ojos todo el día, cada día; su batalla no tiene descanso (si es un verdadero Cristiano sabrá que está en una batalla), va a la iglesia y aun allí , delante del Señor, está rodeado de mujeres que se dicen creyentes y son tentados por ellas. Esas mujeres no tienen temor de Jehová, no se atavía como Pedro nos exhorta.
Y ¿nosotras, en dónde estamos? Aceptando ver películas que nos venden una imágen de lo que nos dicen que es el amor ideal, reduciéndolo a una mera idea romántica; y nos quedamos esperando flores, y esperando que nuestros esposos nos bajen el cielo y las estrellas para hacernos sentir amadas ¡Qué orgullo! ¿Qué no ves que el romanticismo de Hollywood, es la pornografía que ataca a la mujer? Oh si tan solo estudiaramos la Palabra de Dios. ¡Oh si tan solo nos dedicaramos a estudiarla con fervor! Si tan solo pudieramos ver los efectos del pecado en nuestros corazones.

¡Oh qué las mujeres pasaramos más tiempo de rodillas, decorando nuestro carácter en vez de preocuparnos tanto por nuestro aspecto físico! Que las mujeres de hoy tuvieramos ese celo por las cosas santas más que por las uñas y el cabello y la ropa. ¡Oh que nuestras conversaciones fueran diferentes! Si tan solo nos aprendieramos a ataviar como aquellas santas mujeres, a las que Pedro hace referencia, que esperaban en Dios sujetas a sus maridos.

Las iglesias serían un lugar seguro para los creyentes verdaderos, podrían entrar y descansar sus ojos y enfocarlos en el sermón.

Tu esposo sabe el tesoro que tiene. Un tesoro para él y nadie más. Un tesoro que no es compartido con la fantasía de nadie. Su corazón confía en tí, su esposa y por eso él debe saber que tu no te vestirás para llamar la atención de ningún otro hombre. Imagina que alegría que cuando nos juntaramos con otros creyentes, no tendrías que preocuparte por si tu amiga traerá un escote muy bajo o su playera o vestido estarán muy pegados o muy cortos, sino que simplemente disfrutarás la convivencia entre creyentes cuidándonos unos a otros por amor y temor a Jesucristo.

¿Dónde está ese tono inequívoco que marcaba a las mujeres cristianas de tiempos pasados y que sacudía al mundo? Pidámosle a Dios que nos limpie y que perfeccione Su santidad en nosotras y que ponga Su temor en nuestros corazones, el cual desgraciadamente hemos cambiado por excusas. La mujer de estos días, está preocupada por los mismos afanes que la mujer impía. Sin ninguna diferencia. No hay batalla diaria, no hay mortificacion de pecado, no hay temor (real temor por la ira de Dios), no hay celo por las cosas santas.

Mujer que lees, si profesas ser cristiana, no traigas vergüenza al evangelio que profesas y vive como la Biblia demanda, batallando diariamente para renunciar al mundo y dejar a las generaciones que vienen un modelo a seguir.

By Norma

Texto Extraído de "Delicias a tu Diestra para Siempre"

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